lunes, 2 de mayo de 2011

El mensaje de la Corona

"En esta hora cargada de emoción y esperanza, llena de dolor por los acontecimientos que acabamos de vivir, asumo la Corona del reino con pleno sentimiento de mi responsabilidad ante el pueblo español.
Hoy comienza una nueva etapa de la historia de España. Esta etapa que hemos de recorrer juntos se inicia en la paz, el trabajo y la prosperidad, fruto del esfuerzo común y de la decidida voluntad colectiva.
La Monarquía será el fiel guardián de esa herencia y procurará en todo momento mantener la más estrecha relación con el pueblo. La institución que personifico integra a todos los españoles, y hoy en esta hora trascendental os convoco porque a todos nos incumbe por igual el deber de servir a España. Que todos entiendan con generosidad y altura de miras que nuestro futuro se basará en un efectivo consenso de concordia nacional.
Pido a Dios ayuda ( ...) y con el ejemplo de tantos predecesores que unificaron, pacificaron y engrandecieron a todos los pueblos de España, deseo ser capaz de actuar como moderador, como guardián del sistema constitucional y corno promotor de la justicia (...).
Un orden justo, igual para todos, permite reconocer dentro de la unidad del Reino y del Estado las peculiaridades regionales (...) El Rey quiere serlo de todos a un tiempo y de cada uno en su cultura en su historia y en su tradición (...).
Como primer soldado de la nación, me dedicaré con ahínco a que las fuerzas armadas de España, ejemplo de patriotismo y disciplina, tengan la eficacia y la potencia que requiere nuestro pueblo. (...)
La corona entiende como deber fundamental el reconocimiento de los derechos sociales y económicos, cuyo fin es asegurar a todos los españoles las condiciones de carácter material que les permitan un ejercicio efectivo de todas sus libertades (...).
El Rey, que es y se siente profundamente católico, expresa su más respetuosa consideración por la Iglesia”. ( ...)


El testo objeto de comentario, de naturaleza política, es un extracto del discurso que pronunció el rey, Juan Carlos I, el 22 de noviembre de 1975 con motivo de su juramento como Jefe de Estado, bajo las leyes fundamentales franquistas. Este discurso tuvo lugar en las Cortes Españoles, dos días después del fallecimiento del generalísimo Franco, quien nombré al autor del discurso, Juan Carlos, como su sucesor en la Jefatura del Estado a título de Rey con la intensión de confirmar la continuidad de su régimen.
Con éste discurso Juan Carlos I se dirige, de forma directa, a los procuradores de las Cortes Españolas, los consejeros del reino (Consejo del reino) y al gobierno de Arias Navarro, tanto a él como a todos los presentes. De forma indirecta se refiere a la oposición democrática y, con carácter general, al pueblo español. En éste acto el Rey, y Jefe del estado, a partir de ése mismo día, jura fidelidad a las Leyes Fundamentales franquistas ya los Principios del Movimiento Nacional y, por lo tanto, éste es el acto de instauración de una monarquía autoritaria conforme a los designios o la voluntad del propio Franco.
Juan Carlos I, Hijo de Juan de Borbón, entonces titular de los derechos dinásticos, nació en Roma y siguió a sus padres a Portugal, donde finalmente se exiliaron, A los diez años el actual rey volvió a España y aquí continuó su formación, gracias al acuerdo realizado entre su padre y Franco. Franco declaró a España como un reino (Ley de sucesión, 1947) y estableció las facultades del Jefe del Estado (Ley Orgánica del Estado, 1967). Muchas de esas facultades fueron asumidas por Juan Carlos I en 1975. El Rey aceptó la designación como sucesor de Franco en la Jefatura del Estado a título de Rey en las Cortes Españolas. La institucionalización de la Monarquía del Movimiento Nacional se concreta el 22 de noviembre de 1975.
El discurso tiene, en un principio, carácter continuista con el ´régimen dictatorial, estando justificado por la cercanía del rey a Franco. Por otro lado, en ese momento, aún dominan en el Estado y en el Gobierno las posiciones aperturistas, como es el caso de Arias Navarro, y, además, la resistencia del búnker aún es fuerte.
Podemos apreciar el carácter Continuista del discurso en algunos momentos en los que se alude al pesar que le produce la muerte de Franco y la alusión a la necesidad de fundamentar el futuro político del país entre todos, entre otros tantos. Juan Carlos I, al principio, fue rechazado por la oposición democrática, que quería llegar a una democracia a través de una ruptura y se oponían a que los franquistas, incluido el rey, llevaran al país a una democracia mediante una reforma franquista.
En el párrafo 4 se alude al poder “arbitral” que la Corona puede y debe asumir en la vida política, contrario al caso que es propio de la monarquía parlamentaria. Hay una referencia equívoca a la salvaguardia del “sistema constitucional”, ya que no es así porque el régimen franquista no es constitucional puesto que no se basa ni en la limitación del poder ni en la soberanía popular.
En el párrafo 5, el Rey alude a la unidad española, pero reconociendo la pluralidad de “regiones”, aunque no hay ninguna referencia a la existencia de nacionalidades en España, justificado por la tradición centralista del franquismo. Por otro lado, el Rey defiende el importante papel que ha de seguir desempeñando el Ejército, institución que había apoyado al franquismo hasta la muerte de Franco y que ahora mantendrá con el rey por voluntad del dictador en su testamento. A medida que pasa el tiempo, el Ejército empezará a ver con recelo el camino reformista seguido por el monarca y por el presidente, Adolfo Suárez.
En el penúltimo párrafo, hay una referencia retórica a la justicia social. En el último párrafo se reconoce el carácter católico de la institución monárquica española que se vincula a la situación de confesionalidad que tenía aún el Estado franquista en ese momento. En conclusión, se trata de un discurso que apenas apunta los planes reformistas que Juan Carlos I va a desarrollar en los mismos siguientes. Cabe destacar que el párrafo más aplaudido por los procuradores fue el que elogiaba a Franco.
El primer acto oficial de Juan Carlos como Jefe del Estado fue visitar la capilla ardiente de Franco. Poco después de su proclamación, el Rey confirmó a Arias Navarro como Presidente del Gobierno pero forzó un cambio orientativo más reformista y, además, logró el nombramiento de Miranda como Presidente de las Cortes. La reforma avanzaba pero con lentitud. Por otro lado, en julio de 1976, el rey logró la dimisión de Arias Navarro como Presidente del Gobierno y lo sustituyó Adolfo Suárez que, junto con Miranda, logra la aprobación de la Ley para la Reforma Política, con la que quedan derogadas todas las Leyes Fundamentales anteriores y se fijan las bases para la celebración de unas elecciones democráticas. La Ley es ratificada por referéndum. Tras la legalización de todos los partidos políticos, en junio de 1977 se celebran las primeras elecciones democráticas desde la II República.
Las Cortes electorales elaboraron y aprobaron una Constitución de consenso, que realmente era un punto de encuentro entre los reformistas del régimen y los rupturistas de la oposición democrática. La Constitución es ratificada por el pueblo español y, en ella, se reconoce una monarquía parlamentaria, con pleno sometimiento de la Corona como institución a la soberanía popular, y se supera la instaurada por Franco, Monarquía del Movimiento Nacional. El Rey gozaba ya de la legitimidad histórica que en su momento no había respetado Franco al designarlo como sucesor a título de Rey.
En la actualidad disfrutamos de una monarquía parlamentaria y de una democracia, cosa que fue bastante difícil de ejecutar, ya que iría en contra del juramento de fidelidad que hizo el rey a las Leyes Fundamentales franquistas. El tránsito de una dictadura a una democracia fue efectuada mediante una reforma que tan sólo podía llevar a cabo un reformista con una amplia visión de futuro, como es el caso de Adolfo Suárez. Tras el intento de llevar a cabo ésta reforma, sin éxito, bajo el mandato de Arias Navarro, el Rey dictaminó que no podía concluirse la reforma a manos de un aperturista y mucho menos del búnker, por lo que los únicos candidatos eran los reformistas. Tras la aprobación de la Constitución de 1978, el rey renuncia a ejercer una monarquía autoritaria y acepta el papel que desempeñará dentro de una monarquía parlamentaria e incluso, reflejado en la Constitución, cabe la posibilidad de implantar una república en un futuro.

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